diciembre 09, 2012

La Mujer Maravilla


Mujer Maravilla: 
Superhéroe de “comics” o chistes que posee la belleza de Venus, la sabiduría de Minerva, la fuerza de Hércules, y la velocidad de Mercurio. Sus armas son la tiara, que es un proyectil mortífero, los brazaletes indestructibles que la hacen invulnerable, y el lazo de la verdad que tiene la fuerza de un portaaviones. Técnicamente hablando, es el único personaje indestructible después de Superman.

Superman
A veces miro a mi mujer, y  es así como la veo.

Tengo la certeza que me estoy metiendo en problemas con este relato. En primer lugar porque no creo estar a la altura moral ni gramatical para escribirlo. Y en segundo lugar, porque Marita se va a molestar mucho conmigo.

Pero desde que empecé a escribir como un pasatiempo que siempre quise tener, las historias y sentimientos sin relatar se pasean a su antojo por mi mente. Es un fenómeno nuevo y extraordinariamente curioso. Parece reemplazar a mis preocupaciones obsesivas, por lo que es una especie de catarsis, diría yo. Sin embargo, mantiene la misma compulsividad que ha caracterizado a mis imaginaciones siempre. Y esa compulsión me obliga a escribir esto. 

Lo siento, mi amor.

Marita, mi esposa de casi 33 años, ve con agrado que ocupe mi tiempo de esta manera, con ciertos reparos. Cuando hablo de ella en términos graciosos, le gusta. Cuando describo mi papel de víctima en el matrimonio, como diciendo que soy el empleado de la casa y que de vez en cuando no le reporto a ella sino a los perros, no le gusta, pero bueno, lo deja pasar. Pero odia que hable bien de ella. En serio. Simplemente no lo tolera. ¡Con lo que a mi me gusta que hablen bien de mí! Pero esa es una más de las razones que me hacen quererla tanto.

Venus
No quiero parecer cursi, aunque lo soy, así que no pienso hablar de cómo me enamoré ni de las pocas cosas románticas que me salieron bien con ella. Mi torpeza y muchas veces mi falta de tino son las culpables. Baste decir que para mí sí fue un amor a primera vista. La vi y supe que era ella, y con el tiempo nos casamos.


El matrimonio no es fácil para nadie. Tampoco lo fue para nosotros. Uno se enamora de un ideal, de una imagen, de gestos y actitudes que nos parecen maravillosos. Pero la diferencia entre la ilusión y el amor es la misma que hay entre aprender a jugar fútbol por correspondencia o con un equipo en una cancha. Todo se ve maravilloso, hasta los defectos lucen encantadores. Pero la primera patada en la canilla nos regresa dura e instantáneamente a la realidad.

 Y nosotros nos hemos dado incontables patadas en las canillas, el hígado, la cabeza y otras partes. No creo que haya muchas parejas en una relación duradera en que el deseo recíproco de asesinar al cónyuge no fuera  considerado más de una vez. Como escuché decir alguna vez, hay gente que no lo ha hecho porque ha visto CSI.

Pero la adoro. Me he preguntado muchas veces, y así se lo he hecho saber, porqué la quiero y no lo sé, pero la quiero. No es un elogio, por el contrario, esta frase suele cruzar mi cabeza en momentos como cuando uno está de compras un domingo a las 4 de la tarde en vez de estar en la cama viendo televisión. Dicho sea de paso, ir de compras no me gusta ni me gustará jamás.

Siempre he oído decir que los polos opuestos se atraen. Pero también he oído que la afinidad entre ambos es importante. Es decir, algunos justifican el éxito de una relación cuando tienen intereses, gustos y aficiones totalmente opuestos, mientras que otros sostienen exactamente lo contrario.
Minerva

Yo no lo sé. Y creo que no quiero saberlo tampoco. Sólo sé que después de todo este tiempo, la miro y me parece aún más bella que cuando la conocí.

Si hay dos personas diferentes en el mundo, somos Marita y yo. Ajustarnos a vivir juntos cuando recién nos casamos fue muy difícil. Alquilamos un departamento de 50 metros cuadrados, de un solo ambiente, cocina y baño. Lo pintamos, lo enceramos, lo arreglamos y lo decoramos como pudimos.

Nos compramos un dormitorio con una cama de dos plazas, pero tuvimos que usar mi colchón de plaza y media porque no alcanzó para uno nuevo. Los problemas empezaron con a qué lado quieres dormir, que si la luz de la mesa de noche me molesta, que apaga el televisor, hasta despertarme con Marita dormida botándome de la cama. Terminé en el suelo varias veces. Ella terminó con moretones de patadas y puñetazos que yo le di completamente dormido.

Que yo duermo tarde y ella temprano y ella necesita ocho horas y yo seis, que no tomo desayuno y ella sí, yo llego tarde al trabajo y ella tarde a los matrimonios, y detalles así, no por decenas sino por cientos. Me encanta ver deportes y ella los detesta, juegos de mesa, yo sí y ella no, etc., etc., etc.

Pero si hay dos personas afines en este mundo, somos Marita y yo. Nos encanta salir y viajar a veces sin rumbo y sin planear nada, escuchar música juntos, socializar como pocos, el cine y el teatro, los atardeceres y los animales, conversar de nada y de todo, ayudar a otros, besarnos en la boca y abrazarnos cada vez que nos despertamos, nos despedimos o llegamos. Incluso hoy.

Mercurio
Sin darnos cuenta y al mismo tiempo, nos buscamos las manos cuando caminamos o cuando ella maneja el auto. Cuando salimos juntos, ya no manejo; su angustia y sus advertencias cada 10 segundos fueron demasiado para mí.  Nos gusta mirarnos a los ojos y nos gusta estar en silencio, nos encantan las aceitunas amargas y el champus caliente. Hay miles de cosas que nos gustan a los dos, así como miles que le gustan a sólo uno.

En nuestros primeros años, cuando por los cierres de mes yo trabajaba 18 horas o me amanecía, ella se quedaba sola y sufría. Un día, en un detalle que la describe perfectamente, llegué tarde y la encontré sentada en la mesa con unas ramitas de perejil y culantro en la cabeza. Le pregunté por qué se había puesto eso en la cabeza y me contestó: “Es que hace tanto tiempo que no salimos que me están saliendo hongos en la cabeza”. Sin comentarios. 

En otra ocasión, profundamente dormido a las 3 de la mañana, me despertó bruscamente para decirme: “Adivina con que he soñado”. Es así como debe haber ocurrido más de un crimen.

Un día, caminando por San Isidro, vimos un choque de dos autos. Nos acercamos rápidamente y ambos conductores estaban ilesos y discutiendo sobre quien tenía la culpa. Como nadie resultó herido, me convertí en espectador. Me encanta ver a la gente discutir, argumentar y suelo tomar partido rápidamente, reservándome mi opinión, por supuesto. De repente escucho una tercera voz, que reconocí de inmediato:

-        ¡Usted tiene la culpa! ¿No se da cuenta que venía muy rápido?
-        ¿Yo, señorita? ¡Por favor! 
-        Sí, sí, usted, no se haga el sonso. Todos hemos visto que venía muy rápido 

Todos éramos solamente un señor que se escabulló instantáneamente, Marita y yo. La cosa no terminó bien, ni para el aludido, ni para mí. Llegó la policía, Marita les contó su versión, el otro que discutía y yo que trataba de agarrarla porque se le quería ir encima. En esa época, Marita tenía 18 años y pesaba 43 kilos.

Hércules
Otra vez, saliendo de retroceso de un restaurante, choqué con un auto estacionado. Pensando en cuadrarme para ver el daño, la miré y me dice: “¿Qué esperas? ¡Arranca, arranca!”.  Obedientemente, arranqué a toda velocidad.

Poco a poco, mientras la fantasía daba paso a la realidad, la ilusión intensa daba paso al amor profundo. Tuvimos problemas tremendos. Pensamos incluso en separarnos y divorciarnos. Dolorosas pruebas que tuvimos que pasar, sobre todo ella y que cada vez me hacían no digo quererla, sino hacerla más parte de mí  o quizás hacerme más parte de ella.

Creo que debo explicar algunas cosas. Yo escribí un relato sobre mi madre, la cual perdí cuando yo tenía 11 años. Algún día escribiré un relato sobre mi padre, un hombre extraordinario que murió repentinamente cuando acababa yo de cumplir 19 años. Para este relato, basta decir que consideré que esto era demasiado, y que Dios simplemente había decidido hacer de mí un experimento sobre cómo joderle la vida a uno. En una palabra, yo era el siguiente Job, el personaje de la Biblia al que Dios lo hace pasar innumerables penurias para probar su fe. Solo que mi fe mas bien se arrastraba, en vez de caminar.

Decidí entonces vivir bajo la ley de la selva. Me llené de amargura, rencor y odio, caminando así por la vida, con muy malos resultados por cierto. Seguí además con mis hábitos bohemios y dudosas costumbres, por decir lo menos, adquiridos algunos años antes.

Después  de conocer a Marita y cuando ya estaba loco por ella, empecé a conocer algunas cosas de su vida, pues era muy reservada. Me tomó mucho tiempo saber que su mamá había muerto cuando ella tenía 13 años y su papá menos de dos años después. Y ella era una castañuela que siempre estaba de buen ánimo, dulce como un suspiro y luchadora como ninguna.

Entonces me di cuenta. Era una especie de retrato de Dorian Wilde a la inversa. No podía ser una coincidencia. Aquí había algo más. Me estaba mirando en un espejo mágico viendo lo que pude ser y no fui. Cuando me imagino todo lo que ella tuvo que pasar, me dan escalofríos de culpabilidad.

Respeto mucho las creencias de las personas. Si creen en Dios o no, si creen en el Karma, la reencarnación o la fatalidad. Mi opinión personal es que todos tienen derecho a creer lo que les plazca. Yo he decidió creer en Dios, pero tenía mi versión personal y particular.

Y de improviso, Dios me había puesto en frente a una persona que había sufrido más que yo, reaccionado completamente diferente y me había dicho: “Esta es la mujer que escogí para ti. A ver si te desahuevas de una vez”. ¡Paf, Paf! Un par de cachetadas…

Los Super Héroes
Porque yo no era un santo que digamos. Mas bien todo lo contrario. De personalidad pasivo-agresiva, solía decir sí a todo y después hacia lo que me diera la gana. Para mi padre y mi familia, acostumbrados mas bien al enfrentamiento directo y a la discusión abierta, era muy desconcertante. A mí, que me gusta tomarle el pelo a la gente sin que se dé cuenta y como soy un artista en zafar el cuerpo, la situación me daba cierto placer. Además era engreído, flojo, dejado y muy egoísta. Vamos, una joyita. A mi favor tenía mucha sensibilidad, una inteligencia razonablemente aceptable y un buen corazón que probablemente venía de haber leído tantas novelas de caballería de niño.

Y bueno, aquí estamos. Mi mujer y yo. Pero la idea de este relato no es comparar. Lo que quiero es que de alguna manera, la gente sepa que suerte que tuve.

Definitivamente, yo tengo ciertos problemas mentales. Soy una mezcla de maníaco depresivo con bipolar moderado. Le pongo pasión a todo lo que me interesa hasta que un día me aburro y no lo vuelvo a hacer nunca más. Tengo días negros y mis hermanos dicen que tengo una nube gris propia sobre la cabeza.

Además, sigo siendo ocioso, desordenado e inconsistente. A pesar de entender perfectamente las reglas sociales y tener mucho tacto para tratar a las personas, mi naturaleza me traiciona y soy políticamente incorrecto hasta extremos inaceptables. No me puedo quedar callado, siempre tengo que decir algo irónico, hiriente u ofensivo, aunque sepa que no debo hacerlo por mi propio bienestar. Está en mi naturaleza.

Ella
Soy terriblemente tímido. Vivo siempre con miedo y a veces hasta con terror. De adolescente me era imposible hablar con una chica. Recuerdo que a los 12 años, me enamoré de una chica que iba a la casa de unos amigos que tenían piscina. Mi hermano y yo íbamos también todos los días. Éramos un grupo grande y no había manera de estar solos. Creo que le hablé tres o cuatro veces, pero me ilusioné con ella. Entonces decidí darle un papelito que decía: ¿Quieres ser mi enamorada? Así que escribí la notita en un cuaderno y arranqué la hoja. No contaba con que mi hermano me había estado observando.

Sí, Eduardo, la ladilla. Se dio el trabajo de descifrar las marcas de mi escritura dejadas en la siguiente hoja y se encargó de contárselo a todo el mundo. Imposible entregar  la nota y mis sueños de amor primero se desvanecieron.

La primera vez que hablé en público, las piernas y la voz me temblaban de tal manera que me la tuve que pasar caminando y hablar más fuerte a pedido de la audiencia porque nadie podía escuchar lo que yo decía.

Y ahora, después de 35 años de estar juntos, veo que mi vida tuvo sentido porque me casé con Marita.

Y me gustaría mencionar porqué.

No conozco a nadie que sea capaz de levantar el ánimo de una persona como ella. No solo el mío, sino el de las personas que la rodean. Acá y en Lima, siempre había alguien en la casa o en el teléfono hablando con ella sobre algún problema, y ella dando consejos y animando a la gente siempre. Yo era el cliente con beneficios.

Es incapaz de observar algo incorrecto y no hacer nada. Cuando mi hermana fue internada en una clínica local, con amenaza de aborto de su primera hija, y contra mi opinión, muy lógica por cierto, movió cielo y tierra y la trasladó a otra clínica. Tres días después nació mi preciosa sobrina y ahijada  Brenda.

Cuando hay un problema en su familia, y a pesar de ser la quinta hermana, ella es la que recibe las llamadas y la que consuela a todos. Nunca he visto a nadie consolar a la gente como lo hace ella. A veces simplemente la escucho porque me hace sentir bien hasta a mí. 

Una vez a solas, llora inconsolablemente, porque sufre y yo sufro con ella, pero inmediatamente se recupera y sigue adelante. Aunque a la gente le gusta como escribo, me es imposible consolar a alguien, termino diciendo estupideces y que cuánto lo siento, que pena, todo pasa y punto. Mi esposa no. Tiene, sin duda, un don mágico que cura heridas emocionales.

Con Jenny y Abigail, igual de indomables
Y sin embargo, nunca piensa en ella. Podemos estar a dos golpes y un repique y su hermana o nuestra hija menor tienen algún problema financiero y ella prefiere no comer y ayudar. Por supuesto, yo, sus hijas y su nieta estamos primero. Nos cuida, nos engríe y hace todo por nosotros. Cuando le quiero regalar algo, o sacarla a comer a un buen sitio, me dice que prefiere hacerle un regalo a una de sus hijas, o comprarle algo a la nieta.

Es divertida, imprevisible y graciosa. Escuchar su risa es maravilloso. Los que me conocen saben que hay que tener mucha paciencia conmigo, y que soy un conchudo de marca mayor. Ella tiene toda la paciencia del mundo, y aunque me resondra casi todos los días con razón, se le pasa casi de inmediato. Yo en cambio puedo estar resentido por días, y en mi familia hay resentimientos que duran años. 

¡Y cómo me cuida! Una noche de invierno, estábamos en la cama, ella durmiendo y yo viendo televisión. Estoy pensando en patentar una abrazadera para dormir con el control remoto en la mano. Como sujeto compulsivo que soy, suelo ver a veces hasta 3 programas a la vez. Estábamos abrazados cuando absolutamente dormida, Marita me toca el brazo en el que tengo el control remoto, levanta la frazada y me tapa el brazo completamente. Supongo que para que no me resfríe…

¡Esta mujer me cuida hasta cuando duerme, Dios mío! Hay días en que ella está durmiendo y yo la miro sin despertarla, y pienso ¡cómo pudo casarse conmigo! Y después ¡y encima se ha quedado conmigo todos estos años!  Para luego ¡y definitivamente no es tonta, sino muy inteligente! Entonces, casi como un silogismo, viene la conclusión final: Me quiere como yo la quiero, sin saber por qué me quiere, pero me quiere.

Y somos felices a nuestro modo. Lo de intereses opuestos o afines, no funciona para nosotros. Mi conclusión es que ella me completa y yo la completo a ella. Separados, no somos dos, somos cero. ¡Juntos somos uno solo, pero muy, muy grande!

Por eso, mi héroe cotidiano, la electricidad que enciende mi luz, es mi mujer, Marita 

¡La Mujer Maravilla! 

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