enero 05, 2013

¿Como que no te acuerdas?



No hay nada más frágil que un recuerdo. Los recuerdos son efímeros, elusivos, abstractos, gaseosos y completamente irreales.

Sin embargo, ahí están. Acumulamos en la mente miles de recuerdos cada día y tenemos suerte si al día siguiente alguno vuelve a visitar la memoria. La mayoría, como los “lemmings” se tiran al abismo desde el acantilado de la “memoria de corto plazo” al océano de la “memoria de largo plazo”. 

Muy pocos sobreviven y logran encontrar refugio ya sea en un tablón producto de algún naufragio mental o encaramados en una roca traumática. Están los que encuentran alguna cueva y se esconden allí, en ocasiones para siempre.

Pero los sobrevivientes, ¡regresan! Claro, ya no son los mismos; han tenido que convivir con otros, luchar, agonizar, nadar, trepar, caerse y levantarse innumerables veces. Algunos incluso han podido encontrar un lugar cálido y confortable donde pasarán casi todo el resto de nuestras vidas y morirán con nosotros. 

Otros vivirán solamente unos meses o años. Hay también los de minutos o segundos, condenados a una vida muy corta, porque además están los depredadores que se alimentan de ellos, desde el suicidio de una pequeña neurona a un tiburón como el Alzheimer o el Cáncer.

Aquellos que regresan, vienen ataviados con trajes diferentes, mezclados con otros o en una incomprensible simbiosis en que recuerdos de 20 años atrás conviven con otros más recientes o antiquísimos.  

Quizás esta sea la clave para poder escribir un relato. Y quizás sea también la razón por la que algunas personas desean hacerlo. Algunos recuerdos regresan, en grupo o solos, alterados, desesperados por poder encontrar un lugar donde descansar, pues la memoria no es un lugar cómodo para ellos. 

Yo me imagino a mi mente como una ciudad con millones de habitantes, algunos, por supuesto, muy ricos y que albergan los recuerdos que tienen con ver con mis vicios y virtudes mayores o los conceptos básicos de supervivencia, como por ejemplo, “El fuego me quema, cuidado”; una clase media, que se pierde en el anonimato, pero vital, la que me recuerda “Tienes trabajo mañana”. Debe ser la zona donde viven las ideas generales de las cosas, pero la gran mayoría vive en zonas completamente tugurizadas, donde se encuentran todas esas cosas que uno no comprende y que le vienen a la cabeza sin ton ni son. Mendigos con vestimentas robadas y hechas harapos, loquitos deambulando, ladronzuelos en busca de algo de que alimentarse…

Como en cualquier ciudad, uno evita acercarse a las zonas pobres. Se sabe que la tasa muy alta de crimen, los limosneros, los vendedores ambulantes o solo la vista de esas partes de la ciudad, no son recomendables. En la mente estos son los asaltos en que uno repentinamente recuerda algo que hizo (o no hizo); o las depresiones y esos momentos en que uno no quiere hacer nada. 

Lo que ha pasado es que sin saber cómo, se ha terminado en los barrios bajos. 

Las mentes de otras personas deben ser sumamente organizadas y limpias. No lo sé. La mía está completamente tugurizada y tiene todos los componentes de una gran metrópoli de país subdesarrollado, con los problemas exagerados y descontrolados.

En resumen, debo concluir que es imposible obtener una imagen fiel de la realidad. La absoluta seguridad que tenemos de recordar algo tal cual, es una quimera. Una de esas mentiras universales que terminamos creyendo a pies juntillas, sobre todo porque estamos segurísimos que así fue que paso. 

Por eso, no creo en los testigos presenciales. Empezando por mí. Mis relatos nacen de mis recuerdos, y no puede haber ni siquiera lo que se llamaría “realidad poética narrativa”, en la que uno justifica lo que no se acuerda por embellecer la historia. 

No. Yo hablo de lo que uno recuerda. Con absoluta certidumbre, no ocurrió como uno lo recuerda.

Creo que la finalidad del recuerdo no es reproducir fielmente la realidad. Por el contrario, creo que su intención es crear una imagen en que sólo lo que importa debe figurar. Y esto porque su finalidad es otra; es traer a la mente y al cuerpo uno o más sentimientos, de pasión, tristeza, alegría, terror, compasión, ternura, dulzura, amargura y otros en cualquier orden o combinación y en cualquier dosis de cada uno.

Necesitamos de los sentimientos tanto como del aire, al agua o la comida. Sin ellos, no seríamos humanos. La inteligencia, la rapidez mental, la agudeza intelectual, la capacidad de abstracción son características del hombre, y son importantísimas. Pero no son las que hacen al ser humano.

El habla, la escritura, la música, la pintura y todas las artes, la tecnología y la ciencia, son manifestaciones del hombre.

Pero lo único que distingue realmente al ser humano está en su nombre: humanidad. Se es hombre antes de ser músico, antes de ser científico, antes de todo. Y quiérase o no, la humanidad es el comportamiento nuestro ante la realidad que se percibe y que regresa en forma de sentimiento vestido de recuerdo. 

Por eso, ante la misma circunstancia, las personas no reaccionan igual. Sus recuerdos y por tanto sus sentimientos, son diferentes y de ahí que actúen de diversas maneras. 

Ante la misma realidad, sin duda habrá alguien que mate y alguien que muera. Es así de duro, pero es así de simple…

Quería escribir esto que difiere del contenido normal de mis relatos y crónicas, porque necesito aclarar enfáticamente que mis recuerdos son recuerdos y no realidades fieles. 

Mi memoria puede tener mucho espacio, pero no conserva fidelidad en modo alguno, y me juega malas pasadas terribles. Es más, lo diré claramente: 

“Mi mente es un caos absoluto y total, con un toque de alegre ironía, uno de amargura y otro de tristeza”.

Obviamente, lo que albergo en la memoria no son muchos recuerdos, sino muchos, muchísimos sentimientos. Pero creo que es importante para mí compartir estos sentimientos que muchas veces no puedo controlar.

Y eso es lo que trato de poner en mis relatos. Sean verdad o no.

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