enero 05, 2014

Siria



Hoy me siento triste. Triste de verdad. Como la niebla cuando está pegada a tierra. Como un niño abandonado.


Como un lobezno al lado de la madre muerta por el cazador.

Y usualmente me siento así por razones que desconozco y que llegan de improviso. Y así como esta tristeza viene, se va. 

Pero ahora, aunque llegó de súbito, sé por qué. Y me duele mucho. Me duele sobre todo porque no hay nada que pueda hacer al respecto. Y la inevitable sucesión de hechos que se avecinan, ocurrirá, quiéralo yo o no.

Y es que la suerte parece estar echada en el caso del ataque a Siria. ¿Me une alguna relación con los sirios? Ninguna. No conozco ni siquiera a uno, y las ideas que tengo de Damasco son las imágenes maravillosas que leí en “Las Mil y Una Noches”.

¿Quizás con el mundo árabe? Tampoco. Tengo algunos muy buenos amigos de origen árabe, pero también tengo excelentes amigos judíos. Y la verdad, en mis años mozos, ambos grupos eran tan amantes de la farra y la buena vida como yo. Nunca se discutía de religión y si discutíamos de política, eran esas charlas de café y bar que tanto extraño.

No digo que alguien tenga la razón. No soy quien para discutir sobre eso. Sé tan poco y trato de aislarme en lo posible de las noticias porque me puede afectar mucho y al fin y al cabo, lo que yo quiero es disfrutar de mi vejez con las cosas tan lindas que tiene la vida para ofrecer.

Creo que en esta era moderna en la que vivimos, con tanta tecnología y el empequeñecimiento real del mundo, estamos siendo atacados de una manera cruel y alevosa con la información excesiva.

Creo que los grandes gobiernos creen y practican a rajatabla la campaña de desinformar informando. Con cientos de miles de personas trabajando como analistas de información, USA, China y Rusia sólo para nombrar a los más desalmados, es evidente que corren miles de campañas solo para lograr que un ilustre pelagatos como yo se sienta más confundido que nunca.

Cuando yo era chico, se estrenó la película “La Guerra de los Simios”, en la cual los gorilas y chimpancés habían evolucionado y los humanos eran simplemente un grupo de animales, particularmente brutos. Eran usados sólo para experimentos, la mayoría mortales, debido a su morfología similar a la de los grandes monos.

Sin embargo, recuerdo claramente que los gorilas eran los militares, los promotores de la violencia y las guerras, mientras que los chimpancés y los orangutanes, eran los intelectuales, profesores y más afines al dialogo en vez del uso de la fuerza bruta. Interesante concepción de un Hollywood liberal y claramente demócrata, donde obviamente, los republicanos eran los violentos y los demócratas los inteligentes.

Pero hoy veo con sorpresa que el presidente americano, demócrata y Premio Nobel de la Paz, es el halcón más agresivo de Washington, tratando de convencer a gorilas, chimpancés y orangutanes, que la única opción es atacar Siria. ¿Estamos locos? Parece ser que el presidente es el gorila más gorila de Washington. Ojo, no estoy haciendo una comparación fisiológica entre ambos, (Dios me libre, me caería el IRS, más de una agencia de información clasificada, y dos o tres grupos sin fines de lucro por expresarme incorrectamente con grave perjuicio para la minoría afro americana)

¿Y por qué? Porque han muerto 1,400 sirios víctimas del gas Sarín. Han puesto los videos en Internet y son espantosos. Los niños son los primeros en ser afectados, pues el gas es más pesado que el aire y llega a la altura de los pequeños más rápido. Se me salían las lágrimas literalmente, viendo a los niños echados en el suelo, esperando la muerte, resignados. El Sarín afecta los músculos que controlan el diafragma, por lo que las victimas mueren de asfixia.

En ese momento, lo único que quería era que atacaran a Siria de inmediato. Empecé a revisar lo que hay sobre la guerra siria en el Internet. No cuesta mucho trabajo adivinar que la mayoría de lo que parece creíble esta en sites que no son americanos.

Encontré que de acuerdo a las Naciones Unidas, los muertos en Siria son 100,000, los niños 15,000, los que han fugado 2’000,000 y sólo en el 2013 fueron 1’800,000 los que abandonaron su país.

Y me pregunté una vez más: ¿Estamos locos? ¿Cómo han podido dejar que esta masacre llegue a tal punto? La muerte es la muerte. Al que va a morir le importa poco si es con Sarín o con una bala.

Hoy siento que mi fe en la raza humana, que es la única que importa, se ha extraviado. La encontraré nuevamente, pero siento que estamos condenados a vivir en un mundo de gorilas y chimpancés por mucho, mucho tiempo. Quien sabe por muy poco, tal vez.

Cuando escuché el discurso de Pepe Mujica, presidente de Uruguay en la cumbre sobre desarrollo sostenible en Río de Janeiro, magistral y excesivamente idealista, me levantó el ánimo ver que hay por ahí algún loco que todavía piensa diferente. Que cree en la buena fe de las personas, y en soluciones generosas, sin egoísmos, pero su mensaje tuvo eco ninguno en los gobernantes asistentes. Pobre iluso…

Me hace pensar que por lo menos somos dos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comment Form Message