septiembre 24, 2014

El Amaneramiento del Idioma




A mí me gustan las palabras. Cada una tiene un significado preciso. Incluso cada sinónimo lleva implícita una diferencia de apreciación y de interpretación. Por ejemplo muchacho, joven, gañán, doncel y mancebo son palabras que generalmente se aplican para denominar a un ser humano de 15 a 25 años, alguien en lo que se suele denominar "la flor de la edad".

Pero cada uno es diferente: "Muchacho"  se identifica más con la apariencia juvenil que con la edad que el mencionado tiene. "Joven" es cualquiera que no ha llegado aún a la edad adulta, pero se encuentra cerca. "Gañan" término un poco rural si se quiere, implica un joven que trabaja en el campo, aunque el significado real no sea ese. "Doncel" es alguien que es virgen, no necesariamente joven, y "Mancebo" es alguien soltero.

No presumo de lingüista ni mucho menos, y confieso que soy un absoluto ignorante del tema, pero algo en mi interior me indica cuando debo usar una palabra y no la otra. Hay además otras dos variables a mi entender: la moda y la jerarquía.

Porque hay palabras que se ponen de moda en una época y luego desaparecen de escena, pasando a dormir el sueño del olvido en el diccionario. De joven había términos usados diariamente en la conversación, como "fariseo" o "faruco" por aquel que se rasgaba la vestidura por los marigüaneros, pero que en el fondo le importaba un comino. "Igual es", significaba me da lo mismo, "palta" era una situación preocupante que parecía no tener salida, "trome" era alguien experto en una o mil cosas, y así.

Por otro lado, existe la jerarquía: todos los sinónimos no son iguales. Unos son más elegantes, más aristócratas, y otros más plebeyos, humildes y hasta despreciables. Tomemos la palabra cama por ejemplo: podríamos ir desde catre, lecho, camastro hasta litera, cama, tálamo y algunas otras que debe haber por ahí.

Consecuentemente, y aunque significan lo mismo, no producen el mismo resultado las frases "Vamos al catre" y "Déjame llevarte a nuestro tálamo de amor".

Pero estos prolegómenos son simplemente para tratar de comprender lo que veo que sucede en el lenguaje actual. Indudablemente que el mundo cambia, y con él las sociedades, los modos de vida y por ende los seres humanos.

Mi impresión, muy personal por cierto, es que ahora usamos términos más suaves, más blandos y más hipócritas en comparación a los que usábamos antes. Explicaré porqué esto no me parece correcto.

En el mundo de hoy, por ejemplo, es más fácil despedir a alguien. En lugar de la dura frase "estás despedido", se dice cordialmente "te estamos dejando ir". Para el aludido significa lo mismo, pero al que lo dice, le resulta más fácil y hasta reparador de conciencia. Ergo, lo usará con más frecuencia.

Los autos ya no son "usados". Ahora son "pre-poseídos". Curiosa variante que implica que aunque el auto tuvo un propietario anterior, no necesariamente significa que ha sido usado. ¿Subliminal? Sin duda.
Pero me gusta más "semi-nuevo". Es casi como decir "semi-embarazada"

Su solicitud de crédito ya no es "rechazada" o "denegada". ¡No, por Dios! Ahora es "declinada" o "no aceptada"

Antes, un trámite administrativo que no prosperaba, era porque "no se podía". Ahora es porque "hay un pequeño problema".

Y el nuevo lenguaje no crea palabras ni las pone de moda o las jerarquiza. Les cambia impunemente el significado y la razón  por la cual aquellas fueron creadas.

Ahora que si vamos a hablar de palabras, debemos hallar primero una definición de esta corriente lingüística. Y no se me ocurre pensar en otra que eufemística. Iremos al diccionario para ver que nos dice:

"Eufemismo: Palabra o frase que tiene como finalidad sustituir a todas aquellas que denotan ofensa, mala educación o que no sean bien vistas socialmente."

Otras interpretaciones interesantes al respecto:

"El eufemismo es la manera técnica en la que se nombra al encontrar una forma menos agresiva, dura o grosera de decir las cosas."

"El eufemismo es de uso cotidiano, ya que siempre es necesario encontrar formas más educadas y propias de expresar nuestras ideas para evitar rechazo, problemas sociales e incluso ofender a la gente."

Sin embargo hay en todo esto algo que no logro digerir por completo. Yo tenía entendido que como dice la definición inicial, el propósito es no ofender, ser mal educado (que es casi lo mismo) o no ser visto bien socialmente. En todo caso, parece estar orientado a no hacer daño al prójimo y no ser grosero con nadie.

Pero me pregunto cómo puedo ser menos ofensivo o más educado al decirle a ese prójimo "te estoy dejando ir" en vez de "estás despedido". Vamos, me parece a mí que el golpe que la persona siente es exactamente igual. Se ha quedado sin trabajo y punto.
Y es que el quid del asunto está precisamente en eso: "Voy a decir exactamente lo mismo, pero de una manera que me haga sentir mejor a MÍ y no al prójimo". El prójimo me sigue importando un carajo, con perdón de la expresión.



Recuerdo la primera vez que tuve que despedir a una persona. No pude dormir por tres días. Me enfermé del estómago, me sentía miserable y finalmente encontré el valor para hacerlo. Pero fue duro. Si hace veinte años hubiera podido decirle a esa persona "te estamos dejando ir", ni la siesta se me habría interrumpido. Suena tan bonito, tan amigable y tan democrático...

No quiero opinar en contra de los términos "políticamente correctos", sobre todo ahora que en vez de "viejo" soy un "adulto mayor", aunque no entienda claramente lo que esto significa. Soy mayor que el menor, supongo.  Asumo que debo compararme con el término opuesto.

Para mí, viejo era sinónimo de respeto y cariño. Hasta hoy me refiero a mi padre como "el viejo" y así lo llamaba cuando él tenía cuarenta años. Murió a los cuarenta y tres, pero siempre fue y será "el viejo". No me siento ofendido ni insultado cuando alguien me dice viejo, pero ahora debo aceptar que he sido clasificado con un nombre supongo que más bonito, o menos agresivo. No me molesta. Y hasta comprendo que mucha gente prefiera el nuevo término.

Pero no son esos los vocablos o frases que me irritan. Lo que me molesta es que el nuevo estilo de lenguaje está orientado hacia dentro y no hacia fuera. Es decir, me permite hacer con menos análisis y preocupación, cosas que van a afectar al prójimo tremendamente.

Odio las frases como Fuego amigable, Daño colateral, Limpieza étnica,  País en vías de desarrollo o Técnicas avanzadas de interrogatorio.
A mi entender denotan cobardía y sinceramente, mucho, mucho egoísmo.

No es así como crecí ni es así como soy.